Como conte en el post anterior, me he embarcado en el proyecto de enviar un email por mes a una lista de correos (¡que sigue creciendo!).
Es un proyecto que me viene encantando y, cada mes, trato de encontrarle la vuelta a temas que me han afectado como escritora (y, por tanto, como persona). Aquí dejo un poco de lo que fue la newsletter de setiembre.
Hace un par de semanas una amiga me recomendó escuchar un audiolibro que se llama Los 10 secretos de la riqueza abundante. Me dijo que mientras lo escuchaba había pensado en mí, por eso me lo recomendaba. Con semejante nombre, y de no haber tenido la referencia de que yo le hacía acuerdo al protagonista de la historia, no sé si lo hubiera escuchado… pero lo hice y cada uno de esos diez secretos me dejó un valor. Semanas después fui yo a recomendárselo a otra amiga. En lugar de contarle de qué forma me había ayudado a ver ciertas cosas, le dije: sé que tiene un título pedorro, pero está bueno. “Ah, ya estás juzgando”, me respondió ella. Qué cosa el juicio, ¿no? Se mete por todos lados, cuando menos lo esperamos y hasta nos arruina el momento. ¿Nunca les pasó de mirarse al espejo antes de salir y juzgar su apariencia?, por ejemplo. Con la escritura me pasa todo el tiempo. Cada vez que me pongo en la piel del posible lector y leo las oraciones ya escritas me digo a mí misma que eso es una reverenda mierda. A veces nada más cierro la computadora, pero he llegado a borrar documentos enteros… por algo que se me ocurre que a un posible lector puede llegar a no gustarle. Suena a demasiadas variables, me parece a mí (que en este momento miro la situación justamente desde ese lugar, después de todo, ustedes pueden encontrar este email una mierda). He tenido varios bloqueos de escritor a lo largo de mi historia. Algunos me duran meses enteros. En esos meses parece que nada interesante puede surgir en mi cabeza. ¿Interesante para quién? ¿Estoy sola en esto o a ustedes también les pasa? Que cuando juzgan con ojos de tercero su trabajo, su apariencia, sus procesos internos, tienden a encontrar el lado negativo o el punto flaco. Con respecto a esos bloqueos de escritor (y tal vez puede ayudar contra bloqueos de otro tipo también) mi profesora de escritura, Andrea, tiene un par de antídotos:
Leer
Sentarse a escribir 1000 palabras por día. Aunque sean una basura, pero adquirir el hábito de hacerlo.
Dejar de juzgar.
Lo de las 1000 palabras por día requiere de una estructura mental que yo no tengo, así que jamás cumplí. Pero cuando dejo de pensar en ese posible lector quejoso, que encuentra la falta de ortografía, que no le gusta nada de lo que escribo (que vive dentro de mi cabeza), entonces la musa vuelve. Es cuando le quito valor a esa “facultad por la que el ser humano puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso” (definición de la RAE) que puedo volver a conectar con lo que quiero decir. Dicho lo dicho, también puedo pintarme los labios de rojo, salir con tacos, hablar de temas impropios y vivir mi vida.
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