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SINGAPUR: UN TIGRE DE ASIA

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Había conseguido un trabajo que consistía en viajar y sacar fotos, sonaba demasiado bueno para ser verdad. Y para aumentar ese estado de descreimiento, asumiría mi nuevo puesto en Río de Janeiro, tan cerca de casa que el cambio ni siquiera se notaría. Hasta que la realidad me dio de frente: una semana antes de tomar el avión, la empresa me avisa de un cambio de itinerario. Ya no había más Brasil, en cambio me iría a Singapur. Mi mente quedó en blanco.

De haber sido una persona interesada en la arquitectura o la economía, seguro que sabía algo de este lugar. Pero no, lo único que sonaba en mi mente era que me iba a Asia (pero ni siquiera a qué parte en particular de Asia). Así que comencé una averiguación apresurada sobre mi nuevo destino para descubrir que esta ciudad-estado es uno de los lugares más poderosos de todo el planeta. La gran masa económica asiática se mueve en un trozo de tierra tan pequeño, que conversa en tres idiomas oficiales y tiene reglas para todo.

Cuando digo “reglas para todo” me refiero, justamente, a eso: está prohibido tirar basura en la calle, fumar, masticar chicle y hay unas multas excesivas para eso. La pena por consumo o tráfico de drogas es la muerte, por lo que mi termo, mate y yerba quedaron en casa. Entre regla y regla, llegué al aeropuerto de Changi con la sensación de que el bochorno no era lo único que me iba a provocar incomodidad. Sin embargo, con tanta regla y tan poco policía en la calle, nos sentimos cuidados y respetados, sin coacción.

Igual, al llegar me olvidé de la norma del chicle. También me olvidé del jet-lag y del calor bochornoso. Estaba allí, tenía que vivir el lugar. Eso fue hasta que estaba sentada frente a un río, mirando como unas personas locales pescaban, recordando que hacía dos días que había salido de mi casa, y vi la araña más grande de mi vida. Era hora de ir a dormir.

La ciudad del siglo XXI y flora mundial

No compite, como sí lo hacen Shanghai y Dubai, por tener el edificio más alto del mundo. En lugar, lo hace por tener los más hermosos. Igual que Kuala Lumpur, la arquitectura en Singapur es de marca registrada. A diferencia de Kuala Lumpur, el índice de pobreza o analfabetismo en Singapur, es tan bajo que parece inexistente. Es más, para inmigrar a esta ciudad-estado es necesario tener título universitario.

Singapur es pequeño y tiene un clima propenso a ser caluroso y bochornoso, pero no importa: ellos construyeron un invernadero de tamaño abismal, al que luego dividieron por siete zonas, una por cada continente, y plantaron flora natural de esos continentes. Cuando pude visitarlo tenían una exposición en honor a la Guerra de las dos Rosas, aquel período en la historia de Inglaterra por la que dos familias (ambas tenían rosas como parte de su escudo de armas) peleaban por el trono. Entonces, al caminar por ese hermoso jardín uno encontraba caballeros medievales y caballos construidos con ramas. No hacía falta mucho para sentir que caminaba por un cuento de hadas.

Al caer la noche, las estrellas iluminaban a través del Domo de Flor, además de las luces integradas a cada paisaje, no daban ganas de dejar el lugar.

A todo esto, me siento la primera noche a cenar en el hotel y el mozo encargado de mi mesa me contó tener ascendencia india; al escuchar que yo era de Uruguay, él pateó una pelota imaginaria y gritó: “¡Forlán!”, suerte que no mencionó la mordida de Suárez.

Personas orgullosas de sus parques verdes, en una ciudad con economía ascendente, donde las principales marcas mundiales se van a instalar. Singapur es el tigre de Asia, un pequeño punto en el mapa con tanto poder.

 

 

Este texto fue publicado en el blog de viajes Wild Arrow. Link al post original: https://wwildarroww.wordpress.com/2015/03/25/singapore-the-tiger-of-asia-by-catalina-berton/

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